viernes, 11 de febrero de 2011

Culpa en masas industriales

El cambio climático, el calentamiento global, la destrucción de la biodiversidad. Desde hace unos años para acá, los medios de comunicación empezaron a dedicarle, repentinamente, un tiempo excesivo al tema ecológico. Las informaciones se han basado en cumbres celebradas por los países más influyentes y contaminantes del mundo y en estadísticas y datos científicos que demuestran que el alto nivel de vida del ser humano está teniendo consecuencias insospechadas desde la década de los 60, cuando floreció la actual sociedad de consumo y globalización parcelada, también denominado Nuevo Orden Económico Mundial.

   Pero además del miedo transmitido, los medios de comunicación e instituciones medioambientales también se han preocupado de hacer recomendaciones a la población para frenar el mal estado de la capa de ozono. Ducharse en vez de bañarse, no dejar encendido el piloto rojo del televisor, coger el transporte público son algunas de las medidas que desde los medios se han propuesto a los ciudadanos. Sin embargo, esa avalancha de datos negativos y de "consejos" no han provocado otra cosa que aumento del miedo y la preocupación por el cambio climático.

   No. Toda la culpa no es de la población. Es más, gran parte de la responsabilidad del maltrecho aire que respiramos la tienen las empresas, las corporaciones, las industrias. Ellas son las verdaderas emisoras de residuos y deshechos contaminantes. El documental "La corporación" así lo aclara, pues argumenta, una y otra vez, la inexistencia de conciencia social y moral de estas agrupaciones. Su único objetivo son los beneficios económicos, la acumulación de dinero sin ponerse un límite.

   Con esto, lo que pretendo es hacer ver que, aunque nos pese, pertenecemos al sistema y estamos a merced de sus decisiones y productos y que lo único que hacemos es sobrevivir con lo que nos ofrecen. Si hay formas de fabricar bienes de forma sostenible, nadie lo sabe o nadie lo dice. Por ello, habría que empezar por que los miembros de las grandes corporaciones se comportasen como humanos con sentimientos y sensibilidades para con los demás, al igual que, supuestamente, lo hacen cuando llegan a casa.